domingo, 11 de diciembre de 2016

Empezamos con mal pie

    
    
      La decisión de escribir este blog ha llegado en un punto que no está en ninguna parte, no veo la luz al final del túnel, pero tengo un trecho recorrido. Por lo que me gustaría hacer varios post de lo que comenzó hace dos años y que yo divido en varias etapas.

Fue hace 2 años ya cuando a menos de 5 meses de mi boda me planteo dejar la píldora. Queríamos tener familia desde hacía ya unos meses, pero decidimos pasar primero por la boda por aquello de no tener responsabilidades y disfrutar de la fiesta que supone. Como toda mujer, ingenua e inocente, piensa que dejando la píldora poco antes, no tardaría más de unos meses, con suerte, en conseguir un embarazo. Internet está plagado de estadísticas y la teoría todos la sabemos. Pero yo que soy muy controladora me preparo una cita con el ginecólogo para llenarme de información y hacerme los chequeos previos al maratón. Afortunadamente dispongo de seguro privado, y mi primera opción es ir al privado, y posteriormente con el embarazo más avanzado llevarlo por la SS también. Pero además busco un ginecólogo que tenga un buen horario, que se aparque bien y esté en mi localidad.
         
Con estrellitas en los ojos y risa nerviosa le digo a mi ginecóloga "quiero ser madre!!". Analítica y citología encargada, píldora a la basura, "hola ácido fólico!!". La vida es maravillosa, y empiezo a remangarme para bucear en el mar de información de internet.
No tan rápido amiga. Lo que voy a contar a continuación habría sido de otra manera (y de hecho lo fue) si no hubiera ido a esa clínica. La doctora se puso muy seria y me comentó que había salido en mi citología un virus llamado VPH, virus del papiloma humano. La primera vez en mi vida que oigo ese nombre. Me lo pintó muy negro, me habló de las posibilidades de cáncer, de que me olvidara por el momento de un embarazo, y que tenía que ponerme por todos los medios una vacuna que me costaría 240 € (dos dosis de 120 €). Imagina tal noticia a unos meses de casarme...
         
A partir de esa cita fue cuando mi marido empezó a acompañarme a todas las citas médicas, porque yo no pude transmitirle toda la información, me había quedado en la palabra cáncer y el resto de la conversación está borrosa. Pero el Seño J empezó a informarse, empezamos a ver que no parecía tan grave como nos lo habían pintado y que la vacuna parecía no ser un milagro. Pues bien, el destino quiso que el día que iba a ponerme la vacuna la doctora no estuviera y no dejara dicho que iba a ir por allí. Para mi fue una señal, necesitaba una segunda opinión.
         
Busqué otro ginecólogo, me daba igual el aparcamiento y el horario, busqué reputación y opiniones. Ojalá hubiera ido allí desde el principio. No dije nada de mis resultados anteriores, llegue a la consulta diciendo que quería ser madre, sin estrellitas en los ojos y sin risa nerviosa, pero sí con un atisbo de esperanza de que esto solo fuera un error y un susto pasajero. Ni una cosa ni la otra. Me confirmaron el virus, pero no me hablaron de cáncer, de vacunas o de que no podría ser madre.
         
No quiero tocar mucho el tema del virus porque sí es cierto que es peligroso, que es una enfermedad de transmisión sexual y que puede matar. Pero también es cierto que la cepa que yo tenía no era la peligrosa, pero no es recomendable quedarse embarazada con él. No existe tratamiento, pero me tranquilizó que me dijera que en menos de un año lo expulsaría yo sola, durmiendo bien y comiendo sano.
         
 Unos 6 meses después salió negativo, no había rastro de virus, una buena noticia.
        
  Empezamos de nuevo.


Señora S.

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