martes, 31 de enero de 2017
Miedos
Esta última experiencia creo que me ha hecho madurar como pocas cosas lo han hecho. Suena muy bien decirlo, pero hasta ahora todo me iba genial, y puedo decir que era una persona que conseguía lo que quería. He tenido una infancia feliz y mis padres, a pesar de enseñarme que hay que trabajar para ganarse las cosas, han procurado que no me faltara nada. He sentido su protección siempre detrás, y por fortuna no me ha faltado el trabajo. Vivo bien, soy feliz y a pesar de que si queremos buscar las cosas negativas las encontramos, no puedo quejarme.
Hasta que llega el día en que te das cuenta de que no se puede tener todo en esta vida, que hay cosas que el dinero no puede comprar, que mis padres no pueden solucionar, y que nadie, absolutamente nadie puede ayudarme. Era de las que pensaba que ciertas cosas solo les pasan a otros, que era ajena a esos males y que nunca sería una víctima de la mala suerte de la que compadecerse.
La primera vez que pasé por un aborto me decía a mi misma que en realidad no era para tanto, que todo pasaría y que no debía sentirme así. No me he visto nunca como una persona débil, pero me he sentido muy vulnerable y me he dado cuenta de que no soy tan fuerte como pensaba. Me podían pasar cosas malas y era tan vulnerable y débil/fuerte como cualquiera. Hasta que me ha pasado de nuevo. Me he visto delante de una situación que podía hundirme de nuevo, estaba ahí sin saber como reaccionaría, no sabía si dejarme llevar, pero tampoco sabía si podría evitarlo. Y he pensado más en el miedo que le tenía a volver a caer en esa tristeza que en el motivo principal que me hacía estar triste.
A veces me dejo llevar, a veces se me ha acumulado un mal día en el trabajo, no he dormido bien, y de repente lo único que necesito es llorar, conducir con la música a tope y llorar a grito pelao. ¿Por qué no lloro en casa dejándome consolar por mi marido? Porque no. Sencillamente no quiero que se sienta mal, he visto como lo pasaba mal por la enfermedad de su padre y me ha roto el corazón, me he sentido impotente y se que verme mal solo le aporta tristeza y la misma impotencia. Él sabe que lo he pasado mal, y me ha visto llorar, pero quiero ser fuerte, no empeorar las cosas, que encuentre apoyo en mi o al menos que no encuentre otro problema.
Creo que lo estoy consiguiendo, no he tenido los bajones que solía tener, tampoco me he martirizado leyendo foros en los que ves mujeres al borde del suicidio, o viendo vídeos que me recuerden todo eso. Quizá esta vez he tenido en mente que si volvía a encontrarme muy mal acudiría a un psicólogo sin pensarlo. La vez anterior me lo planteó mi marido y lo estuve sopesando, pero mejoré, y esta vez no iba a pensármelo dos veces, solo necesitaría que alguien me escuchara y me diera unas directrices o simplemente me convenciera de que todo saldría bien.
En otro post hablaré de algo que creo que pudo aportarme bastante... "buen rollo", o bienestar, no se como explicarlo, pero un mes después creo que ya solo siento impaciencia por lo despacio que pasa el tiempo.
Señora S.
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